HISTORIA

La casa de Muralla 101
Por: Laritza Simeón

 

 

 

Fundada oficialmente el 16 de noviembre del año 1519, la Villa San Cristóbal de La Habana al decir del historiador Emilio Roig de Leuchsenrring fue:

Edificada en la lengua de tierra comprendida entre la bahía y el mar, terreno
que se  va elevando gradualmente, de Este a Oeste, desde un metro en las partes
bajas de la ciudad, a 60 metros en las partes más altas, situadas junto a las faldas
del  Castillo del Príncipe. La expansión y engrandecimiento de la ciudad ha tenido
lugar, desde la Plaza de Armas hasta más  allá de las orillas del río Almendares,
o sea siguiendo siempre una línea de ligero ascenso sobre el nivel del mar (1).

El nombre de Habana, dado a la séptima villa que fundó Diego Velázquez de Cuellar en este archipiélago, lo tomaron los castellanos del cacicazgo, región o provincia india de ese nombre, que al recorrer Pánfilo de Narváez y el Padre Bartolomé de las Casas en 1514 estaba gobernado por el cacique Habaguanex, y comprendía desde la actual zona del Mariel hasta Matanzas. Sobre el mencionado cacique, refiere el cronista Herrera "era un hombre de más de sesenta años, de buen gesto y alegre, y que mostraba tener sanas entrañas" (2), este lideraba unos trescientos mil hombres pertenecientes fundamentalmente a la civilización siboney, hombres y mujeres que se caracterizaban por una marcada espiritualidad que hacían girar entorno a la figura del behique.

Según la historiadora Irene Wright en las primeras décadas de vida La Habana no era más que un pobre caserío de bohíos extendidos a lo largo de la orilla de la bahia, apuntando posteriormente José María de la Torre en su libro Lo que fuimos y lo que somos o La Habana antigua y moderna  el centro de la villa fue la Plaza donde posteriormente se levantó el Castillo de la Fuerza (la entonces llamada Plaza de la Iglesia  hoy conocida como Plaza de Armas), sitio desde  

donde irradió la población, extendiéndose primero desde allí por las calles de
los Oficios y de los Mercaderes, como más próximas al punto de desembarque
de los bajeles; por la calle Real (llamada después de La Muralla ), que daba salida
al campo (3).

Sólo vecinos como las familias Rojas y Soto, ostentaban el privilegio de poseer residencias de piedra y tejas; sobre ese aspecto y detalles de la vida diaria en La Habana , ya  en 1599 describía Hernando de la Parra , quien fuera criado del gobernador Juan Maldonado:  

San Cristóbal va progresando no obstante los inconvenientes de piratas y el
poco comercio. Esta población se está construyendo con mucha irregularidad.
La calle Real, {hoy Muralla}, la de las Redes {hoy Inquisidor}, la del Sumidero, 
{O'Reilly} y la del Basurero{Teniente Rey} es en donde se fabrican las

habitaciones en línea, las demás están planteadas al capricho del propietario,
cercadas o defendidas, en sus frentes, fondos y costados, con una muralla
doble de tunas bravas. 
Todas las casas de esta villa son de paja y tablas de cedro, y en su corral tienen

sembrados árboles frutales, de que resulta una plaga insufrible de mosquitos, más
feroces que los de Castilla.
Después de cerrada la noche nadie sale a la calle: y el que tiene que hacerlo   
por urgencia, va acompañado de muchos, armados y con linternas; así lo exige el

crecido número de perros jíbaros o sean monteses que vagan por ellas, y el
atrevimiento de los cimarrones que vienen a buscar recursos en lo poblado (4).

La concesión de una Plaza Nueva (hoy Plaza Vieja, después de formarse la del santo Cristo) comenzó entonces a gestionarse allá por el año 1584, a causa de que los vecinos se quejaban de que la villa no tenía plaza, porque el alcaide de la Fuerza , Diego Fernández de Quiñones, había tomado la existente, para ejercicios militares.

En tal virtud el cabildo inicio conversaciones en 1589 con el  Sr. Alonso Suárez de Toledo, con el objeto de comprar sus  terrenos cercanos a la zona de la Aduana Real , y ubicados al fondo del Convento de San Francisco.

Sin embargo, muy a pesar de que se eliminara el pago de censo a todo aquel que comprara un solar en el área, los vecinos no se mostraron muy interesados, y todavía en 1620 –plantea Joaquin Weiss en el tomo 1 de su libro Arquitectura Colonial- que "la plaza era una gran laguna". No fue hasta después del último tercio del siglo XVII que comenzaron a sucederse las solicitudes.

Más allá de todo los visto, sin embargo poco se ha escrito sobre la Plaza Vieja ; muy a pesar de que constituyó un campo de experimentación de la arquitectura doméstica criolla en los siglos XVII y XVIII, pues fue el sitio donde alcanzó mayor dominio la construcción de casas con "dos altos" en las que prevalecían los balcones de madera y las cubiertas de tejas. Edificaciones todas que, debido a las características de nuestro clima, donde predomina el sol ardiente, los violentos aguaceros y la brisa fresca, se hizo casi obligado en sus diseños el uso de portales, que a su vez, se distinguen por el empleo de columnas que terminan rematadas en arcos.

Muy particularmente a continuación nos referiremos a la vivienda donde ahora nos encontramos, marcada hoy día como Muralla 101.

Sobre la misma en el tomo 2 del libro Arquitectura Colonial Cubana Joaquín Weiss refiere que en 1664, por disposición del Cabildo Habanero, se situó un tiempo limitado a la construcción de esta casa, con el objeto de reedificarla de rafas y tejas, para así sustituir la de tabla y guano que aquí existía, pues se deseaba erradicar este tipo de casas en las zonas céntricas de la villa. Ese propio año en el mes de noviembre, se preserva hoy día en el Archivo Nacional, una carta de su dueño Don Pedro Alegre, solicitando al Cabildo un permiso para construir un portal para su vivienda; obra que ya en mayo de 1666 se tiene noticia estuvo realizada.

Hoy día cuando alzamos la vista podemos apreciar en el portal un techo de vigas que del XVIII, no ocurriendo igual con las columnas que deben haber sido reedificadas en el siglo XIX, algo que confirman estudios realizados por nuestros arquitectos, quienes hacen saber incluso que en el plano de Albear editado en 1872 no aparecen dichos portales, por lo cual puede inferirse que estaban en vías de remodelación.

La vivienda, situada en el pasado con la dirección de Ricla No. 7, en 1719, fue vendida a Doña Juana María de Acosta, viuda del Tesorero Don Santiago de Arrate, y madre de Don José Martín Félix de Arrate y Acosta.

Sobre este notable inquilino podemos decir que era conocido sencillamente por Don José Arrate y Mateo de Acosta, ilustre cubano que recibió en su juventud una de las tres becas para estudiar en el colegio San Ramón de Nonato en México; fue por heredad jurada Regidor de La Habana hasta su muerte en 1766; en 1752 fue nombrado Alcalde Ordinario de la ciudad, y debido a su papel destacado en la defensa contra los ingleses formó parte del Cabildo extraordinario de 1765.

Notable por sus ascendencias, tanto paterna como materna, consta en su linaje un tío abuelo Caballero de Santiago y Ex Gobernador de Maracaibo y Cumaná; un pariente Alcalde de La Habana en 1736; y tres hermanos Capitanes en la Guerra de Sucesión Española.

Ahora bien, lo que más trasciende en la vida de Don José Arrate es su obra Cuba, llave del Nuevo Mundo y antemural de las Indias Occidentales (1760), por la cual se le denomina el Primer Historiador Cubano, pues con ella marcó el inicio de la historiografía en nuestro país, expresó la evolución de las instituciones propias de la nación, y fue la primera obra en que se defendieron los valores de los cubanos de ultramar, así como sus facultades para autogobernarse. Más referencias sobre dicha figura pueden hallarse en el ensayo "Arrate, la mirada inteligente al pasado" del historiador Julio Le Riverand Brusone (5).

Ya para 1786 la casa contaba con nueve accesorias o departamentos alquilados. En 1818 se alquiló en ella la planta alta y se ubicó en ella un café y una fonda denominados Café 1ro calle de Quiroga y Fonda de la Constitución , respectivamente, incluso cuentan que los vecinos no se limitaron a utilizar los altos sino que se apropiaron de un local en bajo para ampliar el café, e hicieron transformaciones tales como la construcción de hornos y derribo de algunos muros.

Llegado pues el año 1870, consta en el Registro de la Propiedad que la casa fue vendida por el Sr. José Estevo – Marqués de Esteva de las Delicias- por el precio de 37 mil escudos de plata, al Sr. Bernardo Valdés López, acto realizado frente al escribano actuante Luis Rodríguez. El citado Bernardo Valdés se casó con la Sra. Antonia Haro, y al fallecer este en 1877, dejó la vivienda a nombre de su viuda, quien se casó en segundas nupcias con el Sr. Ramón Fernández Valdés.

Al morir Antonia (1920) la vivienda, también reconocida con el termino de finca, quedó en usufructo de sus ocho hijos para que la gozaran por espacio de veinte años, transcurridos los cuales, la casa pasaría a nombre de los nietos que existieran para ese entonces. La última descripción que se recoge de la casa en el Registro de la Propiedad data del año 1924, y la describe como de mampostería y techos de azotea. En 1925 se le hizo una reforma, con la cual se cubrió el patio a nivel del entrepiso, se sustituyó la escalera de caracol por una de hormigón, se subdividió la planta alta y baja, y además se construyeron servicios sanitarios.  

Varias han sido las transformaciones sufridas por la vivienda en los que se habla (sin que podamos dar fé de ello) de la existencia aquí de una llamada Sociedad de Edmundo Broschell y Cía; sí conocemos por jóvenes compradoras que en el período republicano acogió una popular heladería llamada "EL ANÓN", administrada por chinos, que provocaban las delicias de todo aquél que gustara de los helados elaborados a partir de frutas tropicales.

De igual forma conocemos, ya en el período revolucionario de su uso en planta baja como puesto de viandas, con almacén localizado en el área del patio original de la casa. En cuanto ha vivienda tuvo un Núcleo por Inquisidor que agrupaba 4 personas, en planta alta estuvo habitada por siete núcleos familiares con 25 personas y en la azotea había otro núcleo familiar más integrado por tres personas, en total 32 ciudadanos vivían sobre este espacio. No obstante no se consideraba de las viviendas con más mal estado, y sólo se pedía para ella, en el levantamiento técnico previsto en los años 90 del pasado siglo, realizar un rápido empalamiento del salón bajo, para que así se preservara el local ante las obras de implosión previstas en la plaza.

Finalmente, después de un arduo proceso de intervención, acometido por varias brigadas de la Empresa de Monumentos de la Oficina del Historiador, el 2 de mayo del 2001 reabrió dicho inmueble, ahora, con 3 viviendas de familias en la planta alta; y en la planta baja, con el Museo de Naipes "Marqués de Prado Ameno", séptima instalación de su tipo creada en el mundo, con el objeto de promocionar el amplio mundo de las barajas y todo el universo que gira entorno a ellas.

Citas

  1. Roig de Leuchsenrring, Emilio La Habana. Apuntes históricos. Ed Consejo Nacional de Cultura. 1963. T/ 1. pág 4
  2. Ob. cit.  pág 10
  3. de la Torre , José María. Lo que fuimos y lo que somos. La Habana antigua y moderna. Impr Spencer y Cía. 1857. pág. 17
  4. Ob. Cit. pág 20
  5. José Martín Félix de Arrate. Biblioteca Clásicos Cubanos. Fundación Fernando Ortiz. Colecc Imagen contemporánea. La Habana. 2005.